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lunes, 18 de julio de 2016

Sintimiento’s

Sintimiento’s
Tópicos
Porqué he publicado tarde
Quiero morir soñando
¡Defended la confianza!
Y tantas cosas más

Ayer, después de muchos tirones, se me rompieron, y a la vez, dos ”sintimiento’s” irrompibles. ¿Cómo pudo ser? Porque todo se rompe, seamos sinceros. Y más cuando se manejan tópicos tan frágiles como el amor y la confianza. O la inercia y el interés. Que, cada uno, depende de las circunstancias, los nombre como quiera. Y, como digo, los “sintimiento’s” se me truncaron a pares. Es decir, mi confianza y la tuya. La suya y la mía. ¡Qué más da! No se puede vivir en sociedad sin confianza, al igual que sin ”sintimiento’s”. Es cosa de dos, como mínimo. Siempre defendí, para que me entiendas, que yo tenía la obligación de creer a quien amo y respeto, acaso otro tópico. Eso se ha llamado siempre lealtad. Sea ese quien familia nuclear, sea amistad, sea uno de mis mayores. Nunca cuestionaré el hecho de que su versión, su percepción fuera la más cercana a mi realidad, a sus intereses, quizás. ¡Pero, hombre!, ¿cómo voy a dudar de quien siempre buscará mi bien? Y ahora viene lo curioso: sé que esa compañera elegida, esos hijos que me han regalado, esos padres que me tocaron, y esos amigos que la vida puso en mi caminar me han mentido una, dos, tres veces. Muchas. Como yo a ellos. Y me baso en el cálculo de probabilidades. ¿Cuánto mentimos al cabo del día? Pregúntatelo. Así me ahorras a mí la respuesta. ¿Por qué? Simplemente es así. No hay que buscarle tres pies al gato. La mentira es tan necesaria como la verdad. A mí ya no me importa el motivo. Ahora creo que es más importante el amor y la confianza. Como Mario Benedetti gritaba: ¡Defender la alegría!, yo grito con ”sintimiento”: ¡Defender la confianza”. No es la verdad de un acto en una vida lo que hay que medir, sino la verdad de esa vida. Y cuanto más larga, más difícil de medir. También siento que cuando se produce la ruptura de los ”sintimiento’s” irrompibles, al ser recíprocos, sufre tanto uno como dos. O tres o cuatro, si cabe. Es como la envidia, al menos, destroza a uno: al envidioso. Y hablo de primera mano cuando expreso que esto ocurre con personas, como yo, que son rígidas en sus creencias. Ya sabes, el junco no se quiebra porque es flexible. Cada uno tiene su esencia, ya que todos compartimos virtudes y defectos, pecados y gracias, miserias y venturas, decencias y vilezas… Y esa naturaleza es tan respetable en unos como en otros. ¿O esto es también una creencia rígida? No lo sé… La verdad es que uno ya duda y llora por todo. Será la edad, ja, ja. Y te preguntarás a qué viene todo esto. Pues viene a que no fui rígido cuando quise. No pude. Qué ironía, ¿no? Pero no se puede saber de antemano. O acaso el otro camino hubiera sido peor. Y otra frase popular: Solo se equivoca quien decide. Pues no. Este tópico lo desmonto yo ahora mismo. Yo me equivoqué al consentir, no al decidir. Y ahora no me digas que también se decide por omisión. No me fastidies el discurso, ¡hombre o mujer! Eso sí, lo hice por amor. Al menos eso creo yo. Lo siento, te meto en otro tópico: Por amor solo pueden nacer bendiciones. Pues tampoco. Recuerda las últimas noticias o lo que vive don Quijote o Romeo y Julieta. Hay más motivos para echar abajo esa estupidez de la bondad del amor. Igual que esa que afirma que se es padre toda la vida. O hijo mientras viven tus padres. En cuanto a lo segundo, os puedo jurar que mi madre parió cuatro hijos que espero sigan vivos. Y al final de sus días, había criado a tres cuervos y un hijo. En el otro sentido conozco, porque lo he vivido muy cerca, la situación de una madre que quiso serlo por tres veces para afirmar que era tan merecedora de un hijo normal como tú o como yo. Y se volvió loca porque nunca entendió cómo se puede odiar a un hijo. Siendo esto fuerte, también me demuestra que es erróneo el dicho: Una madre siempre es una madre. ¿O no conoces tú algún caso de recién nacido tirado a un contenedor de basura? Para no dejarte mal sabor de boca te diré que a esa madre consiguieron meterla en vereda los psiquiatras cuando la separaron de ese hijo y admitió que no era anormal odiar. Porque no lo es, ¿verdad? ¿No odiamos casi todos? Con esto me voy a otro tópico: Cualquiera puede matar si se dan las circunstancias. O al menos lo ha deseado. Yo lo he intentado esta mañana con Dikembe. La gente, mientras paseaba e intentaba el infanticidio, me miraba y ponía cara de preguntarse: ¿Qué hace ese tío llorando, escribiendo y paseando con un Chupa Chups en la boca? ¡Y A USTÉ QUÉ LE IMPORTA! Lloraba porque Dikembe iba a ser inmortal, porque iba a formar parte de una historia que, en algún momento, alguien descubriría y le serviría para algo. Lloraba porque era la primera vez que quería dejar voluntariamente colgadas a algunas personas que no solo habían confiado en mí, sino que me habían dado su tiempo, su apoyo y fuerzas para seguir. Y que me habían escuchado. Y es curioso que sea por estas personas, no por las mías, que no tire la toalla, que no mate a Dikembe con el silencio. Desde ayer pensaba que no podía soñar más sobre el papel, mi única pasión ya permitida. Y esta tarde pienso que si no, ¿qué hago? Me he dejado tanto en el camino, voluntaria e involuntariamente, que como dije el otro día a mi hijo soy un exfumador arrepentido. En contra de casi todo aparece un amiguito de dos años en el parque, me ve al saludarle desde lejos y viene corriendo con su bicicleta sin pedales, la tira al suelo y se me cuelga del cuello. Me dice su cuidadora que ni siquiera lo hace con sus padres. Y me acuerdo de mi niño negro. Con ellos colgados y dentro de mi abrazo me viene el recuerdo de una vivencia reciente. Me doy cuenta de que tengo a mi favor un testigo ocular y ”sintimiental”, aunque dicen que son los peores. Un testigo de cómo quise ser porque me conoció con dieciséis años. Si bien pienso que no puede ser mejor el testigo. Y me baso en otro tópico: Es mi suegra. Sí, mi madre política se ha dado cuenta de una minucia a la que me agarro como a Ernesto, el de la bici sin pedales. Antes de ayer, un mayor me dio otra lección y hoy un niño. Y no es porque yo defienda la gerontocracia ni la infantocracia. Pero deberíamos escucharles más, aunque sufran de alzhéimer o no sepan hablar. El caso es que Veva, sin documentarlo, afirmó algo así como que ha seguido defendiendo su criterio porque yo comenté algo un día y claro, el comentario de una persona que lo da todo merece la pena ser seguido. ¿Yo una persona que lo da todo? ¡Anda!, pues es verdad. Y qué quieres que te diga, pues se me saltaron las lágrimas. Y no a mí solo. Así es que no solo siento a mi lado a un cuervo, también a una bruja y a un descastado. Quién lo iba a decir. Y otro refrán: Tres son multitud. Para lo bueno y para lo malo. Si hay un dios, Veva, que él te bendiga, y a ti Ernesto también. Aunque yo, como en la India, prefiero que haya muchos dioses, así tendréis más votos para entrar en el nirvana, en el cielo, en el sheol o en la yanna. Me da igual. No quiero acabar sin decir que ponerse al lado del que un día va a volar no tiene sentido cuando el que se queda sabe qué piensas del que se va, porque esa ave vuela y te quedas en el nido con tu supuesto enemigo. Y a ver qué coño haces después. O le echas del nido o te vas tú. Y, aparte de saber que el otro piensa y siente igual que tú, ese presunto adversario es quien ha pecado por omisión y por amor, como supone él. Y lo malo es que ya no te dejen acariciar lo que más deseabas. Que ya no te dejen mentir. Si no fuera por el de los e-mail, la testiga y el ciclista sin pedales me sentiría solo. Pero mejor solo que amordazado, ¿no? ¿O sí? No lo sé.


Lo que sí tengo claro, aparte de las pruebas oculares expuestas, es que en todo lo que escribo, y sobre todo en esta queja, confesión, explicación o lo que tu juzgues que sea este escrito, lo primero que se hace patente es mi orgullo, mi vanidad, mi egoísmo y mi hipocresía. Mis mentiras y, por supuesto, mis ”sintimiento’s”.
JC

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